viernes, 15 de febrero de 2008

ANTOLOGÍA DE LA GENERACIÓN DEL 27

VICENTE ALEIXANDRE (1898-1984)


De LA DESTRUCCIÓN O EL AMOR (1935)


VEN SIEMPRE VEN

No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.

No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.

La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil,
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.

Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia,
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.

No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.

Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.

Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.

¡Ven, ven, muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,

confundida como una luna que me pide mis rayos!


VIDA


Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse;
aquí en la sombra sueño con un río,
juncos de verde sangre que ahora nace,
sueño apoyado en ti calor o vida.

LA LUNA ES UNA AUSENCIA

La luna es una ausencia.

Carolina Coronado

La luna es una ausencia.

Se espera siempre.

Las hojas son murmullos de la carne.

Se espera todo menos caballos pálidos.

Y, sin embargo, esos cascos de acero

(mientras la luna en las pestañas),

esos cascos de acero sobre el pecho

(mientras la luna o vaga geometría)...

Se espera siempre que al final el pecho no sea cóncavo.

Y la luna es ausencia,

doloroso vacío de la noche redonda,

que no llega a ser cera, pero que no es mejilla.

Los remotos caballos, el mar remoto, las cadenas golpeando,

esa arena tendida que sufre siempre,

esa playa marchita, donde es de noche

al filo de los ojos amarillos y secos.

Se espera siempre.

Luna, maravilla o ausencia

celeste pergamino color de manos fuera,

del otro lado donde el vacío es luna.

SE QUERÍAN

Se querían.

Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,

labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.


Se querían como las flores a las espinas hondas,

a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente,

gira lunas que brillan recibiendo aquel beso.


Se querían de noche, cuando los perros hondos

laten bajo la tierra y los valles se estiran

como lomos arcaicos que se sienten repasados:

caricia, seda, mano, luna que llega y toca.


Se querían de amor entre la madrugada,

entre las duras piedras cerradas de la noche,

duras como los cuerpos helados por las horas,

duras como los besos de diente a diente sólo.


Se querían de día, playa que va creciendo,

ondas que por los pies acarician los muslos,

cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...

se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.


Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,

mar altísimo y joven, intimidad extensa,

soledad de lo vivo, horizontes remotos

ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,

como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,

dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,

donde los peces rojos van y vienen sin música.


Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,

ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,

mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,

metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


De SOMBRA DEL PARAÍSO (1944)

LAS MANOS

Mira tu mano, que despacio se mueve,

transparente, tangible, atravesada por la luz,

hermosa, viva, casi humana en la noche.

Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño

mírala así crecer, mientras alzas el brazo,

búsqueda inútil de una noche perdida,

ala de luz que cruzando en silencio

toca carnal esa bóveda oscura.

No fosforece tu pesar, no ha atrapado

ese caliente palpitar de otro vuelo.

Mano volante perseguida: pareja.

Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.

Sois las manos vocaciones, los signos

que en la tiniebla sin sonido se apelan.

Cielo extinguido de luceros que, tibio,

Campo a los vuelos silenciosos te brindas.

Manos de amantes que murieron, recientes,

manos con vida que volantes se buscan

y cuando chocan y se estrechan encienden

sobre los hombres una luna instantánea.


De HISTORIA DEL CORAZÓN (1945-1953)

NOMBRE

Mía eres. Pero otro
es aparentemente tu dueño. Por eso,
cuando digo tu nombre
algo oculto se agita en mi alma.
Tu nombre suave, apenas pasado delicadamente por mi labio.
Pasa, se detiene, en el borde un instante se queda
y luego vuela ligero, ¿quién lo creyera?, hecho puro sonido.
Me duele tu nombre como tu misma dolorosa carne en mis labios.
No sé si él emerge de mi pecho. Allí estaba
dormido, celeste, acaso luminoso. Recorría mi sangre
su sabido dominio, pero llegaba un instante
en que pasada por la secreta yema donde tú residías,
secreto nombre, nunca sabido, por nadie aprendido,
doradamente quieto, cubierto sólo, sin ruido, por mi leve sangre.
Ella luego te traía a mis labios. Mi sangre pasaba
con su luz todavía por mi boca. Y yo entonces estaba hablando con alguien,
y arribaba el momento en que tu nombre con mi sangre pasaba por mi labio.
Un instante mi labio por virtud de su sangre sabía
a ti, y se ponía dorado, luminoso: brillaba de tu sabor sin que nadie lo viera.
Oh, cuán dulce era callar entonces, un momento. Tu nombre,
¿decirlo?, ¿Dejarlo que brillara, secreto, revelado a los otros?
Oh, callarlo, más secretamente que nunca, tenerlo en la boca, sentirlo
continuo, dulce, lento, sensible sobre la lengua, y luego cerrando los ojos,
dejarlo pasar al pecho
de nuevo, en su paz querida, en la visita callada
que se alberga, se aposenta y delicadamente se efunde.
Hoy tu nombre está aquí. No decirlo, no decirlo jamás, como un beso
que nadie daría, como nadie daría los labios a otro amor sino al suyo.


De POEMAS DE LA CONSUMACIÓN (1968)


UNAS POCAS PALABRAS

Unas pocas palabras

en tu oído diría. Poca es la fe de un hombre incierto.

Vivir mucho es oscuro, y de pronto saber no es conocerse.

Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian:

tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque, el alma a solas.

Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos.

A quien los ve responden. Pero nunca preguntan.

Porque si sucesivamente van tomando

de la luz el color, del oro el cieno

y de todo el sabor el pozo lúcido,

no desconocen besos, ni rumores, ni aromas;

han visto árboles grandes, murmullos silenciosos,

hogueras apagadas, ascuas, venas, ceniza,

y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas,

restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.


Unas pocas palabras, mientras alguien callase;

las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.

Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.

Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto, estoy muerto.

SIN FE

Tienes ojos oscuros.

Brillos allí que oscuridad prometen.

Ah, cuán cierta es tu noche,

cuán incierta mi duda.

Miro al fondo la luz, y creo a solas.

A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas.

Pues oscura te acercas

y en mis ojos más luces

siéntense sin mirar que en ellos brillen.

No brillan, pues supieron.

¿Saber es conocer? No te conozco y supe.

Saber es alentar con los ojos abiertos.

¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia.


LUIS CERNUDA (1902-1963)


De UN RÍO, UN AMOR (1929)

QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR

Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

DESDICHA

Un día comprendió cómo sus brazos eran

solamente de nubes;

imposible con nubes estrechar hasta el fondo

un cuerpo, una fortuna.

La fortuna es redonda y cuenta lentamente

estrellas del estío.

Hacen falta unos brazos seguros como el viento,

y como el mar un beso.

Pero él con sus labios,

con sus labios no sabe sino decir palabras;

Palabras hacia el techo,

palabras hacia el suelo,

y sus brazos son nubes que transforman la vida

en aire navegable.

De LOS PLACERES PROHIBIDOS (1931)

LOS MARINEROS SON LAS ALAS DEL AMOR

Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaña,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.

La alegría vivaz que vierten en las venas
rubia es también,
idéntica a la piel que asoman;
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

NO DECÍA PALABRAS

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación y vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

TE QUIERO

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

De DONDE HABITE EL OLVIDO (1934)

DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



De COMO QUIEN ESPERA EL ALBA (1947)

EL ANDALUZ

Sombra hecha de luz,

que templando repele,

es fuego con nieve

el andaluz.

Enigma al trasluz,

pues va entre gente solo,

es amor con odio

el andaluz.

Oh hermano mío, tú.

Dios, que te crea,

será quien comprenda

al andaluz.

UNOS CUERPOS SON COMO FLORES

Unos cuerpos son como flores,

otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos

muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

De DESOLACIÓN DE LA QUIMERA (1962)

PEREGRINO

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.



RAFAEL ALBERTI (1902-1999)

De MARINERO EN TIERRA (1925)

EL MAR. LA MAR

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!

MALVA-LUNA-DE-YELO

Las floridas espaldas ya en la nieve,
y los cabellos de marfil al viento.
Agua muerta en la sien, el pensamiento
color halo de luna cuando llueve.

¡Oh qué clamor bajo del seno breve;
qué palma al aire el solitario aliento,
qué témpano cogido al firmamento,
el pie descalzo, que a morir se atreve!

¡Brazos de mar, en cruz, sobre la helada
bandeja de la noche; senos fríos,
de donde surte, yerta, la alborada;

oh piernas como dos celestes ríos,
Malva-luna-de-yelo, amortajada
bajo los mares de los ojos míos!

De EL ALBA DEL ALHELÍ (1925-1926)

SEGUIDILLAS A UNA EXTRANJERA

Todos los torerillos

que hay en Sevilla

te arrojaron, al verte,

la monterilla.

Dinos cómo te llamas,

flor extranjera.

-Entre los andaluces,

la arrebolera.

Cinco rejoneadores,

cinco perfiles,

clavaron a la gracia

de los toriles.

Gracia negra, de fuego,

tras los percales,

Pintándolos de moras

de los morales.

¿Por qué ocultas la cara

tras la mantilla

y rueda por el ruedo

tu gargantilla?

De SOBRE LOS ÁNGELES (1927-1928)

EL ÁNGEL BUENO

Vino el que yo quería
el que yo llamaba.
No aquél que barre cielos sin defensas.
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.
No aquél que a sus cabellos
ató la muerte.

El que yo quería.
Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.
Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.
Para sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban

la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado

sobre el 1 y el 2,

sobre el 3, sobre el 4…

EL ÁNGEL DESCONOCIDO

¡Nostalgia de los arcángeles!

Yo era…

Miradme.

Vestido como en el mundo,

Ya no se me ven las alas.

Nadie sabe cómo fui.

No me conocen.

Por las calles, ¿quién se acuerda?

Zapatos son mis sandalias.

Mi túnica, pantalones

y chaqueta inglesa.

Dime quién soy.

Y, sin embargo, yo era…

Miradme.

De CAL Y CANTO (1929)

AMARANTA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,

por una lengua de lebrel limados.

Pórtico de limones, desviados

por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta

e incendia tus marfiles ondulados.

Muerde, heridor, tus dientes desangrados,

y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,

calza su pie de céfiro y desciende

del olmo al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,

y gladiadora, como un ascua impura,

entre Amaranta y su amador se tiende.


De EL POETA EN LA CALLE (1931-1936)

¡SOY DEL 5º REGIMIENTO!

Mañana dejo mi casa,

Dejo los bueyes y el pueblo.

¡Salud! ¿Adónde vas, dime?

-Voy al 5º Regimiento.

Caminar sin agua, a pie.

Monte arriba, campo abierto.

Voces de gloria y de triunfo.

-¡Soy del 5º Regimiento!




FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

De CANCIONES (1927)

ES VERDAD

¡Ay qué trabajo me cuesta

quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,

el corazón

y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí

este cintillo que tengo

y esta tristeza de hilo

blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta

quererte como te quiero!

NARCISO

Niño.

¡Que te vas a caer al río!

En lo hondo hay una rosa

y en la rosa hay otro río.

¡Mira aquel pájaro! ¡Mira

aquel pájaro amarillo!

Se me han caído los ojos

dentro del agua.

¡Dios mío!

¡Que se resbala! ¡Muchacho!

…Y en la rosa estoy yo mismo.

Cuando se perdió en el agua

Comprendí. Pero no explico.

DESPEDIDA

Si muero,

dejad el balcón abierto.

El niño come naranjas.

(Desde mi balcón lo veo.)

El segador siega el trigo.

(Desde mi balcón lo siento.)

¡Si muero,

dejad el balcón abierto!

NARCISO

Narciso.

Tu olor.

Y el fondo del río.

Quiero quedarme a tu vera.

Flor del amor.

Narciso.

Por tus blancos ojos cruzan

ondas y peces dormidos.

Pájaros y mariposas

japonizan en los míos.

Tú diminuto y yo grande.

Flor del amor.

Narciso.

Las ranas, ¡qué listas son!

Pero no dejan tranquilo

el espejo en que se miran

tu delirio y mi delirio.

Narciso.

Mi dolor.

Y mi dolor mismo.

De POEMA DEL CANTE JONDO (1927)

ENCUENTRO

Ni tú ni yo estamos

en disposición

de encontrarnos.

Tú… por lo que ya sabes.

¡Yo la he querido tanto!

Sigue esa veredita.

En las manos,

tengo los agujeros

de los clavos.

¿No ves cómo me estoy

desangrando?

No mires nunca atrás,

vete despacio

y reza como yo

a San Cayetano,

que ni tú ni yo estamos

en disposición

de encontrarnos.

ADIVINANZA DE LA GUITARRA

En la redonda

encrucijada,

seis doncellas

bailan.

Tres de carne

y tres de plata.

Los sueños de ayer las buscan,

pero las tiene abrazadas

un Polifemo de oro.

¡La guitarra!

CHUMBERA

Laoconte salvaje.

¡Qué bien estás

bajo la media luna!

Múltiple pelotari.

¡Qué bien estás

amenazando al viento!

Dafne y Atis,

Saben de tu dolor.

Inexplicable.

PITA

Pulpo petrificado.

Pones conchas cenicientas

al vientre de los montes,

y muelas formidables

a los desfiladeros.

Pulpo petrificado.


De POETA EN NUEVA YORK (1940)

VUELTA DE PASEO

Asesinado por el cielo

entre las formas que van hacia la sierpe

y las formas que buscan el cristal,

dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta

y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota

y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene de cansancio sordomudo

y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.

¡Asesinado por el cielo!

PEQUEÑO VALS VIENÉS

En Viena hay diez muchachas,

un hombro donde solloza la muerte

y un bosque de palomas disecadas.

Hay un fragmento de la mañana

en el museo de la escarcha.

Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,

de sí, de muerte y de coñac

que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,

con la butaca y el libro muerto,

por el melancólico pasillo,

en el oscuro desván del lirio,

en nuestra cama de la luna

y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay , ay!

Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos

donde juegan tu boca y los ecos.

Hay una muerte para piano

que pinta de azul a los muchachos.

Hay mendigos por los tejados.

Hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,

en el desván donde juegan los niños,

soñando viejas luces de Hungría

por los rumores de la tarde tibia,

viendo ovejas y lirios de nieve

por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals del <>.

En Viena bailaré contigo

con un disfraz que tenga

cabeza de río.

¡Mira qué orillas tengo de jacintos!

Dejaré mi boca entre tus piernas,

mi alma en fotografías y azucenas,

y en las ondas oscuras de tu andar

quiero, amor mío, amor mío, dejar,

violín y sepulcro, las cintas del vals.


De EL DIVÁN DEL TAMARIT (1934)

GACELA DEL AMOR DESESPERADO

La noche no quiere venir

para que tú no vengas,

ni yo pueda ir.

Pero yo iré

aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tú vendrás

con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir

para que tú no vengas,

ni yo pueda ir.

Pero yo iré

entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás

por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir,

para que por ti muera

y tú mueras por mí.

GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS

Suben por la calle

los cuatro galanes,

ay, ay, ay, ay.

Por la calle abajo

van los tres galanes,

ay, ay, ay.

Se ciñen el talle

esos dos galanes,

ay, ay.

¡Cómo mueve el rostro

un galán y el aire!

Ay.

Por los arrayanes

se pasea nadie.

CASIDA DEL LLANTO

He cerrado mi balcón

porque no quiero oír el llanto,

pero por detrás de los grises muros

no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,

hay muy pocos perros que ladren,

mil violines caben en la palma de mi mano.

Pero el llanto es un perro inmenso,

el llanto es un ángel inmenso,

el llanto es un violín inmenso,

las lágrimas amordazan al viento,

y no oye otra cosa que el llanto.

CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE

Yo no quiero más que una mano,

una mano herida, si es posible.

Yo no quiero más que una mano,

aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,

sería una paloma amarrada a mi corazón,

sería el guardián que en la noche de mi tránsito

Prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano

para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.

Yo no quiero más que esa mano

para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.

Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.

Lo demás es lo otro; viento triste,

mientras las hojas huyen en bandadas.

CASIDA DE LA ROSA

La rosa

No buscaba la aurora:

Casi eterna en su ramo,

Buscaba otra cosa.

La rosa

No buscaba ni ciencia ni sombra:

Confín de carne y sueño,

Buscaba otra cosa.

La rosa

No buscaba la rosa.

Inmóvil por el cielo,

Buscaba otra cosa.



De SONETOS DEL AMOR OSCURO (Póstumo)

SONETO DE LA GUIRNALDA DE ROSAS

¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!

¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!

que la sombra me enturbia la garganta

y otra vez y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero

aire de estrellas y temblor de planta

espesura de anémonas levanta

con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,

quiebra juncos y arroyos delicados.

Bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,

boca rota de amor y alma mordida,

el tiempo nos encuentre destrozados.

EL POETA DICE LA VERDAD

Quiero llorar mi pena y te lo digo

para que tú me quieras y me llores

en un anochecer de ruiseñores,

con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo

para el asesinato de mis flores

y convertir mi llanto y mis sudores

en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja

del te quiero me quieres, siempre ardida

con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida

será para la muerte, que no deja

ni sombra por la carne estremecida.

EL POETA HABLA POR TELÉFONO CON EL AMOR

Tu voz regó la duna de mi pecho

en la dulce cabina de madera.

Por el sur de mis pies fue primavera

y al norte de mi frente flor de helecho.

Pino de luz por el espacio estrecho

cantó sin alborada y sementera

Y mi llanto prendió por vez primera

coronas de esperanza por el techo.

Dulce y lejana voz por mí vertida.

Dulce y lejana voz por mí gustada.

Lejana y dulce voz amortecida.

Lejana como oscura corza herida.

Dulce como un sollozo en la nevada.

¡Lejana y dulce en tuétano metida!




PEDRO SALINAS (1891-1951)

De LA VOZ A TI DEBIDA (1933)

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!


Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
"Yo te quiero, soy yo."

-o-

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ése que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces, le conteste
la nueva criatura que tú eras.

De RAZÓN DE AMOR (1936)


A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.
hacia abajo, presa segura
de la tumba vaga del suelo.
A esa, a la que yo quiero,
es a la que se entrega venciendo,
venciéndose,
desde su libertad saltando
por el ímpetu de la gana,
de la gana de amor, surtida,
surtidor, o garza volante,
o disparada -la saeta-,
sobre su pena victoriosa,
hacia arriba, ganando el cielo.

-o-

Cuando te digo :<>

no pienso en proporciones, en medidas:

incomparablemente te lo digo.

Alta la luz, el aire, el ave;

alta, tú, de otro modo.

En el nombre de <>

me descubro, al decírtelo,

una palabra extraña entre los labios.

Resplandeciente visión nueva

que estalla, explosión súbita,

haciendo mil pedazos,

de cristal, humo, mármol,

la palabra <> de los hombres.

Al decirte a ti: <<única>>,

no es porque no haya otras

rosas junto a las rosas,

olivas muchas en el árbol, no

es porque te vi sólo

al verte a ti. Porque te veo ahora

mientras no te me quites del amor.

Porque no te veré ya nunca más

el día que te vayas,

tú.

EL DOLOR

No. Ya sé que le gustan
cuerpos recientes, jóvenes,
que le resisten bien
y no se rinden pronto.
Busca carnes rosadas,
dientes firmes, ardientes
ojos que aún no recuerdan.
Los quiere más. Así
su estrago
no sé confundirá

con el quemar del tiempo,
arruinando los rostros
y los torsos derechos.
Su placer es abrir
la arruga en la piel fresca,
romper los puros vidrios
de los ojos intactos
con la lágrima cálida.
Doblar la derechura
De los cuerpos perfectos,
De modo que ya sea
Más difícil mirar
Al cielo desde ellos.
Sus días sin victoria
son esos en que quiebra
no más que cuerpos viejos,
en donde el tiempo ya
tiene matado mucho.
Su gran triunfo, su júbilo
tiene color de selva:
es la sorpresa, es
tronchar la plena flor,
las voces en la cima
del cántico, los altos
mediodías del alma.

Yo sé como le gustan
los ojos.
Son los que miran lejos
saltando por encima
de su cielo y su suelo,
y que buscan al fondo
tierno del horizonte
esa grieta del mundo
que hacen azul y tierra
al no poder juntarse
como Dios los mandó.
Esa grieta, por donde
caben todas las alas
que nos están batiendo
contra el muro del alma,
encerradas, frenéticas.

Yo sé cómo le gustan
los brazos. Largos, sólidos,
capaces de llevar
sin desmayo,
entre torrentes de años,
amores en lo alto,
sin que nunca se quiebren

los cristales sutiles
de distancia y ensueño
de que está hecha su ausencia.

Yo sé cómo le gustan
las bocas y los labios.
No los vírgenes, no,
de beso: los besados
largamente, hondamente.
Los muertos sin besar
No conocen el filo
De la separación.
El separarse es
dos bocas que se apartan
contra todo su sino
de estar besando siempre.

Y por eso las bocas
que ya besaron son
sus favoritas. Tienen
más vida que quitar:
la vida que confiere
a toda boca el don
de haber sido besada.

Yo sé como le gustan
las almas. Y por eso
cuando te tengo aquí
y te miro a los ojos
y el alma allí te luce,
como un grano de arena
celeste, estrella pura,
con sino de atraer
más que todas las otras,
te cubro con mi vida,
y aquí en mi amor te escondo.

Para que no te vea.




JORGE GUILLÉN (1893-1984)

De CÁNTICO (1928)

LOS NOMBRES

Albor. El horizonte

entreabre sus pestañas,

y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.

Están sobre la pátina

de las cosas. La rosa

se llama todavía

hoy rosa, y la memoria

de su tránsito, prisa,

prisa de vivir más.

¡A largo amor nos alce

esa pujanza agraz

del Instante, tan ágil

que en llegando a su meta

corre a imponer Después!

¡Alerta, alerta, alerta,

yo seré, yo seré!

¿Y las rosas? Pestañas

cerradas: horizonte

final. ¿Acaso nada?

Pero quedan los nombres.

LA ROSA

Yo vi la rosa: clausura

primera de la armonía,

tranquilamente futura.

Su perfección sin porfía

serenaba al ruiseñor,

cruel en el esplendor

espiral del gorgorito.

Y al aire ciñó el espacio

con plenitud de palacio,

y fue ya imposible el grito.

BEATO SILLÓN

¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.

De CLAMOR (1957-1963)

SUSANA Y LOS VIEJOS

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.

A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.

¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.

Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!




GERARDO DIEGO (1896-1987)

De EVASIÓN (1918-1919)

ULTRAÍSMO POÉTICO

Salto del trampolín.
De la rima en la rama
brincar hasta el confín
de un nuevo panorama.

Partir del humorismo

funámbulo y acróstico,
a cabalgar el istmo
del que pende lo agnóstico.

La garganta estridente,
el corazón maduro

y desnuda la frente
ávida de futuro.

Y un asirse y plegarse
a la música hermana
para bienorientarse
en la libre mañana.

Repudiar lo trillado

para ganar lo otro.
Y hozar gozoso el prado
con relinchos de potro.

Y así ved mis diversos
versos de algarabía.
Versos
versos
más versos
como canté algún día.

De SORIA (1922)

RÍO DUERO, RÍO DUERO...

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.

De VERSOS HUMANOS (1925)

EL CIPRÉS DE SILOS

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

AYER SOÑABA

Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso
- isla morada, abanico de brisa -
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo
Y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte al paso.

AHOGO

Déjame hacer un árbol con tus trenzas.

Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.

Se va a casar la novia
del marinerito.

Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego romperé
la luna de una pedrada.
Neurastenia, dice el doctor.

Gulliver
ha hundido todos sus navíos.

Codicilo: dejo a mi novia
un puñal y una carcajada.




DÁMASO ALONSO (1898-1980)

De POEMAS PUROS. POEMILLAS DE LA CIUDAD (1921)

VEINTE AÑOS

“Veinte años tienes -hoy me dije-

veinte años tienes, Dámaso.”

Y los novios pasaban por la calle,

cogidos, cogiditos de la mano.

Y me puse a leer un libro viejo

y a escribir unos versos, donde canto

el amor y la dicha de ser joven

cuando hace sol y está florido el campo.

De HIJOS DE LA IRA (1944)

GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR

Gota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!

Más me perdió la poca fe...
La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.

Y era un dolor inmenso el mar.

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

SOLO

Como perro sin amo, que no tiene
huela ni olfato, y yerra
por los caminos...
Antonio Machado

Hiéreme. Sienta
mi carne tu caricia destructora.
Desde la entraña se eleva mi grito,
y no me respondías. Soledad
absoluta. Solo. Solo.
Sí, yo he visto estos canes errabundos,
allá en las cercas últimas,
jadeantes huir a prima noche,
y esquivar las cabañas
y el sonoro redil, donde mastines
más dichosos, no ignoran
ni el duro pan ni el palo del pastor.
Pero ellos huyen,
hozando por las secas torrenteras,
venteando luceros, y si buscan
junto a un tocón del quejigal yacija,
pronto otra vez se yerguen:
se yerguen y avizoran la hondonada
de las sombras, y huyen
bajo la indiferencia de los astros,
entre los cierzos finos.

domingo, 13 de enero de 2008

Antología de Juan Ramón Jiménez

ANTOLOGÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


De PRIMERAS POESÍAS (1898-1902)


PARQUE VIEJO


Me he asomado por la verja

del viejo parque desierto:

todo parece sumido

en un nostáljico sueño.

Sobre la oscura arboleda,

en el transparente cielo

de la tarde, tiembla y brilla

un diamantino lucero.

Y del fondo de la sombra,

llega, acompasado, el eco

de algún agua que suspira,

al darle una gota un beso.

…Mis ojos pierdo, soñando,

en el vaho del sendero:

una flor que se moría,

ya se ha quedado sin pétalos;

de una rama amarillenta,

al aire trémulo y fresco,

una pálida hola mustia,

dando vueltas, cae al suelo.

…Ramas y hojas se han movido,

no sé qué turba el misterio:

de lo espeso de la umbría,

como una nube de incienso,

surje una rosa fantástica,

cuyo suavísimo cuerpo

se adivina, eterno y solo

tras mate y flotante velo.

Sus ojos clava en los míos,

y, entre las brumas huyendo,

se pierde, callada y triste,

en el irse del sendero…

Desde el profundo boscaje,

llega, monótono, el eco

de algún agua que responde,

Al darle una gota un beso.

Y allá sobre las magnolias,

en el traslúcido cielo

de la tarde, brilla y tiembla

una lágrima lucero

…El jardín vuelve a sumirse

en melancólico sueño,

y un ruiseñor, dulce y alto,

jime en el hondo silencio.


DE ARIAS TRISTES (1902-1903)


NOCTURNO

Yo no volveré. Y la noche

tibia, serena y callada,

dormirá el mundo, a los rayos

de su luna solitaria.

Mi cuerpo no estará allí,

y por la abierta ventana

entrará una brisa fresca

preguntando por mi alma.

No sé si habrá quien me aguarde

de mi doble ausencia larga,

o quien bese mi recuerdo

entre caricias y lágrimas.

Pero habrá estrellas y flores

y suspiros y esperanzas,

y amor en las avenidas,

a la sombra de las ramas.

Y sonará ese piano

como en esta noche plácida,

y no tendrá quien lo escuche,

pensativo, en mi ventana.


De PASTORALES (1903-1905)

Los caminos de la tarde,

se hacen uno, con la noche.

Por él he de ir a ti,

amor, que tanto te escondes.

Por él he de ir a ti,

como la luz de los montes,

como la brisa del mar,

como el olor de las flores.


De ELEJÍAS (1907-1908)


Desde este prado en flor, que el sol nimba de oro,

mi corazón se rompe hacia ti, tristemente.

La tarde va cayendo, el aire está sonoro,

una ilusión antigua palpita en el poniente…

Y como la locura de mi herida me hace

inmenso y claro y de oro, como un mar sin consuelo,

vuelvo otra vez a ti, en la noche que nace,

inflamado de sol, perfumado de cielo.



(… ¡Porque el muerto está en pie!

G. A. BÉCQUER)

Por la herida que abril ha dejado en mi pecho,

ruedan mis dulces rosas sangrientas, una a una;

de manera que este pobre cuerpo está hecho

como un jardín de grana, a la luz de la luna.


-¡Oh, cómo me florecen! Nacida una apenas,

otra se pone encima. ¡Qué ardorosas marañas

de hilo carmín! ¡Qué ocaso! Los tallos de mis venas

me alumbran a mí mismo con mis bellas entrañas-.


Y yo, solo, me arranco las rosas, porque quiero

que el camino no sea tan rojo ni tan largo…

Una rosa, otra rosa… ¡Pero nunca me muero!

El alma se me va, ¡y de pie, sin embargo!


De POEMAS MÁJICOS Y DOLIENTES (1909)


PRIMAVERA AMARILLA


Abril venía, lleno

todo de flores amarillas:

amarillo el arroyo,

amarillo el vallado, la colina,

el cementerio de los niños,

el huerto aquel donde el amor vivía.

El sol unjía de amarillo el mundo,

con sus luces caídas;

¡ay, por los lirios áureos,

el agua de oro, tibia;

las amarillas mariposas

sobre las rosas amarillas!

Guirnaldas amarillas escalaban

los árboles: el día

era una gracia perfumada de oro,

en un dorado despertar de vida.

Entre los huesos de los muertos

Abría Dios sus manos amarillas.


MADRIGAL DE AUSENCIA


Flor blanca, tibia al sol,

Música de mi alma,

¿adónde miran los dos ojos negros

de aquella cara iluminada y pálida?

Tus raíces están

En mi vida clavadas;

¡cada vez que te alejas, siento, rosa,

que se me parten las entrañas!

No me dejes dormido,

tan sólo con mi sueño; ablanda

mi corazón, del que me tira el tuyo,

amor, trayéndoselo. ¡Blanca

sea, cual tú, la pesadilla de mi vida,

luminosa, serena y aromada!


De POEMAS AGRESTES (1910-1911)


EL VIAJE DEFINITIVO

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando;

y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará, nostáljico…

y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.


De LA FRENTE PENSATIVA (1911-1912)


AMOR


No has muerto, no.

Renaces,

con las rosas, en cada primavera.

Como la vida, tienes

tus hojas secas;

tienes tu nieve, como

la vida…

Mas tu tierra,

amor, está sembrada

de profundas promesas,

que han de cumplirse aun en el mismo

olvido.

¡En vano es que no quieras!

La brisa dulce torna, un día, al alma;

un día dulce de estrellas,

bajas, amor, a los sentidos,

casto como la vez primera.

¡Pues eres puro, eres

eterno! A tu presencia,

vuelven por el azul, en blanco bando,

tiernas palomas que creímos muertas…

Abres la sola flor con nuevas hojas…

Doras la inmortal luz con lenguas nuevas…

¡Eres eterno, amor,

como la primavera!


De EL SILENCIO DE ORO (1911-1913)


Tarde última y serena,

corta como una vida,

fin de todo lo amado;

¡yo quiero ser eterno!

-Atravesando hojas,

el sol, ya cobre, viene

a herirme el corazón.

¡Yo quiero ser eterno!-

Belleza que yo he visto,

¡no te borres ya nunca!

Porque seas eterna,

¡yo quiero ser eterno!


De IDILIOS (1912-1913)


PUREZA NEGRA

Me puso sus dos ojos sobre

mis dos ojos. Y todo

lo vi ya negro… Las estrellas

enlutaron, con el jazmín de agosto,

en un fondo infinito de Sevilla,

Giraldas, con crespones alegóricos.

¡Sombra que encandilaste

mi corazón! ¡Serenos, negros ojos

que, en un tranquilo juego de osadías

y dulzuras, trocasteis el tesoro

mejor del mundo!

¡Ojos, lo puro

es ahora negro, por vosotros!


De SONETOS ESPIRITUALES (1914-1915)

OCTUBRE

Estaba echado yo en la tierra, enfrente

del infinito campo de Castilla,

que el otoño envolvía en la amarilla

dulzura de su claro sol poniente.


Lento, el arado, paralelamente

abría el haza oscura, y la sencilla

mano abierta dejaba la semilla

en su entraña partida honradamente.


Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,

pleno de su sentir alto y profundo,

al ancho surco del terruño tierno;

a ver si con romperlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo

el árbol puro del amor eterno.

·

Se entró mi corazón en esta nada,

como aquel pajarillo que, volando

de los niños, se entró, ciego y temblando,

en la sombría sala abandonada.


De cuando en cuando, intenta una escapada

a lo infinito, que lo está engañando

por su ilusión; duda, y se va, piando,

del vidrio a la mentira iluminada.


Pero tropieza contra el bajo cielo,

una vez y otra vez, y por la sala

deja pegada y rota, la cabeza…



En un rincón se cae, al fin, sin vuelo,

ahogándose de sangre, fría el ala,

palpitando de anhelo y de torpeza.



De DIARIO DE UN POETA RECIÉN CASADO (1916)


SOLEDAD

En ti estás todo, mar, y sin embargo,

¡qué sin ti estás, qué solo,

qué lejos, siempre, de ti mismo!

Abierto en mil heridas, cada instante,

cual mi frente,

tus olas van, como mis pensamientos,

y vienen, van y vienen,

besándose, apartándose,

en un eterno conocerse,

mar, y desconocerse.

Eres tú, y no lo sabes,

tu corazón te late, y no lo siente…

¡Qué plenitud de soledad, mar solo!

·

(BIRKENDENE, CALDWELL,

20 de febrero)

Te deshojé, como una rosa,

para verte tu alma,

y no la vi.

Mas todo en torno

-horizontes de tierras y de mares-,

todo, hasta el infinito,

se colmó de una esencia

inmensa y viva.

·

(19 de junio)

No sé si el mar es, hoy

-adornado su azul de innumerables

espumas-,

mi corazón; si mi corazón, hoy

-adornada su grana de incontables

espumas-,

es el mar.

Entran, salen

uno de otro, plenos e infinitos,

como dos todos únicos.

A veces, me ahoga el mar el corazón,

hasta los cielos mismos.

Mi corazón ahoga el mar, a veces,

hasta los mismos cielos.

·

(MADRID,

3 de octubre)

Ahora parecerás ¡oh mar lejano!

a los que por ti vayan,

viendo tus encendidas hojas secas,

al norte, al sur, al este o al oeste;

ahora parecerás ¡oh mar distante!

mar; ahora que yo te estoy creando

con mi recuerdo vasto y vehemente.

De ETERNIDADES (1916-1917)

¡Intelijencia, dame

el nombre exacto de las cosas!

… Que mi palabra sea

la cosa misma

creada por mi alma nuevamente.

Que por mí vayan todos

los que no las conocen, a las cosas;

que por mí vayan todos

los que ya las olvidan, a las cosas;

que por mí vayan todos

los mismos que las aman, a las cosas…

¡Intelijencia, dame

el nombre exacto, y tuyo,

y suyo, y mío, de las cosas!

·

Tira la piedra de hoy,

olvida y duerme. Si es luz,

mañana la encontrarás,

ante la aurora, hecha sol.

·

Vino, primero pura,

vestida de inocencia;

y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo

de no sé qué ropajes;

y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,

fastuosa de tesoros…

¡Qué iracundia de yel y sinsentido!

…Mas se fue desnudando.

Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica

de su inocencia antigua.

Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,

y apareció desnuda toda…

¡Oh pasión de mi vida, poesía

desnuda, mía para siempre!

·

Te conocí, porque al mirar la huella

de tu pie en el sendero,

me dolió el corazón que me pisaste.

Corrí loco; busqué por todo el día;

como un perro sin amo.

… ¡Te habías ido ya! Y tu pie pisaba

mi corazón, en un huir sin término,

cual si él fuera el camino

que te llevaba para siempre…

·

Ante mí estás, sí.

Mas me olvido de ti

pensando en ti.

·

Sólo lo hiciste un momento;

mas quedaste, como en piedra,

haciéndolo para siempre.

·

Yo no soy yo.

Soy este

Que va a mi lado sin yo verlo;

que, a veces, voy a ver,

y que, a veces, olvido.

El que calla, sereno, cuando hablo,

el que perdona, dulce, cuando odio,

el que pasea por donde no estoy,

el que quedará en pie cuando yo muera.

·

No robes

a tu soledad pura

tu ser callado y firme.

Evita el necesario

esplicarte a ti mismo

contra los casi todos.

Solamente tú solo llenarás

enteramente el mundo.

De PIEDRA Y CIELO (1917-1918)

¡No le toques ya más,

que así es la rosa!

·

Mariposa de luz,

la belleza se va cuando yo llego

a su rosa.

Corro, ciego, tras ella…

La medio cojo aquí y allá…

¡Sólo queda en mi mano

la forma de su huída!

De BELLEZA (1917-1923)

¿Dónde está la palabra, corazón,

que embellezca de amor al mundo feo;

que le dé para siempre –y sólo ya-

fortaleza de niño

y defensa de rosa?

De LA ESTACIÓN TOTAL (1923-1936)

ES MI ALMA

No sois vosotras, ricas aguas

de oro las que corréis

por el helecho, es mi alma.

No sois vosotras, frescas alas

libres las que os abrís

al iris verde, es mi alma.

No sois vosotras, dulces ramas

rojas las que os mecéis

al viento lento, es mi alma.

No sois vosotras, claras, altas

voces las que os pasáis

del sol que cae, es mi alma.

LUZ TÚ

Luz vertical,

luz tú;

alta luz tú,

luz oro;

luz vibrante,

luz tú.

Y yo la negra, ciega, sorda, muda sombra horizontal.

De EN EL OTRO COSTADO (1936-1942)

EN ESA LUZ

y en esa luz estás tú;

pero no sé dónde estás,

no sé dónde está esa luz.

De DIOS DESEADO Y DESEANTE (1948-1949)

EL CORAZÓN DE TODO EL CUERPO

Yo fui y vine contigo, dios, entre aquella pleamar unánime de manos, el olear unánime de brazos; brazos, manos, las ramas del tronco, con raíz de venas, del corazón de todo el cuerpo, que tú recojes en tu tierra; y todo en llama, en sombra, en luz, también en frío; en verde y pardo, en blanco y negro; en oler, en mirar, en saber, en tocar y en oír de tantas rayas confundidas.

En gozar de cien rayas confundidas, yo fui y vine contigo, dios, contigo.

Bibliografía:

Antología poética (Selección, introducción y notas, Carmen Jiménez y Eduardo Márquez). Barcelona, Planeta, 1988.

Segunda antología poética (Edición de Javier Blasco). Madrid, Espasa Calpe, 1989.

Internet: http://www.poesia-inter.net/indexjrj.htm

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1868