LA NOVELA POSTERIOR A 1939
1.- LA NARRATIVA DE LA DÉCADA DE 1930 Y LA NOVELA DE EXILIO
La novela de los años 30 (como la poesía) había tendido hacia la rehumanización y el compromiso social, tras abandonar la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel, quienes al acabar la guerra marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia sobre el tema de la guerra 2.- LA NOVELA DE LOS PRIMEROS AÑOS DE POSGUERRA
En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. Así, la novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, ni parece válida la estética deshumanizada de los años 20. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones, todas de estilo tradicional: ideológica, realista y humorística. Hasta los años 50 no comienzan los indicios de renovación. En la década de 1940 sólo hay casos excepcionales y aislados, como C. José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes.
1942: La familia de Pascual Duarte de C.J. Cela
1944: Nada de Carmen Laforet (Premio Nadal)
Estas dos novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, general en la novela de éxito de la inmediata posguerra. A estas nuevas voces se les unen poco después otras como la de Miguel Delibes y Ana María Matute. En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
La familia de Pascual Duarte, de Cela, provoca una polémica en torno al tremendismo. Se le acusaba de deformar la realidad al subrayar lo más desagradable. En 1942, suponía un revulsivo, pues la truculencia y la visión desolada del mundo contrastaba con una narrativa triunfalista. La novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo de protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía para que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte.
La obra refleja un radical pesimismo, cercano al existencialismo. La publicación de una novela tan desgarrada en un momento de censura política y moral muy estricta, sólo se explica por ser Cela un excombatiente franquista y porque los sucesos se sitúan en la España de posguerra. Toda su obra refleja pesimismo ante el mundo y el ser humano (P. Baroja). Su tono es distanciado y burlón, con humor negro, desgarrado y cruel. Refleja una visión deformada del mundo.
3.- DÉCADA DE LOS 50. CONTEXTO SOCIAL Y CULTURAL
Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria conlleva cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades, la difícil inserción de estas personas en los suburbios urbanos, .Al mismo tiempo, los jóvenes que han vivido la guerra como niños o adolescentes consideran la guerra y el país de posguerra desde otra perspectiva y aparecen actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos. Estas posturas se manifiestan sobre todo en círculos obreros y universitarios.
Para muchos, “La colmena” de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela social. En ella con más o menos realismo aparece reflejada la sociedad del momento (la de la inmediata posguerra).Pero es hacia mediados del decenio cuando se dan a conocer toda una serie de escritores que, con una intención crítica, van a llevar a sus novelas como temas fundamentales las injusticias y las desigualdades sociales (literatura comprometida). Como técnica narrativa, se recurre al objetivismo o behaviorismo: el narrador desaparece (se limita a unas escuetas informaciones referentes a lo que una cámara fotográfica podía registrar) , no hay introspección ni pensamiento de los personajes, y todo el relato se basa en el diálogo de los personajes. A menudo; se emplea un lenguaje cercano al coloquial.
Se distinguen dos tendencias:
a) El neorrealismo. Que se centra en los problemas del hombre como ser individual (la soledad, la frustración...): Ana Maria Matute, Ignacio Aldecoa, (“El fulgor y la sangre”), Rafael Sánchez Ferlosio (“El Jarama”, 1956; novela conductista; crónica de un día de domingo de un grupo de jóvenes junto al río Jarama) y Carmen Martín Gaite (“Entre visillos”).
b) Novela social (realismo social): se centra en los problemas de los grupos sociales. Jesús Fernández Santos (“Los bravos”, 1954), Jesús López Pacheco (Central eléctrica), Juan García Hortelano ( “Nuevas amistades”, 1959, “Tormenta de verano”); Armando López Salinas (“La mina”)En los años cincuenta también se cultivan otros tendencias narrativas: libros de viajes y relatos cortos o cuentos (Ignacio Aldecoa)
El tema de la novela es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, las dificultades de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales; la explotación del proletariado y la banalidad de la vida burguesa. El estilo de la novela realista es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, se pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.
4.- LA NOVELA DE LOS AÑOS SESENTA: ENTRE LA PREOCUPACIÓN SOCIAL Y EL EXPERIMENTALISMO
Durante la década de los sesenta no se pierde la novela comprometida socialmente, aunque como hemos visto, ya desde los últimos años de la década de los cincuenta se detecta un cierto agotamiento de esta tendencia y una clara evolución hacia la experimentación y la renovación. Autores como Luis Goytisolo o Juan Goytisolo constituyen la avanzadilla de las nuevas tendencias. Además, los escritores españoles se dejan influir por los autores europeos (Proust, Kafka, Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) o latinoamericanos (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez), de manera que las novelas pasan a ser más complejas y experimentales, quizás dirigidas a un lector con mejor preparación intelectual que en los años cincuenta. Las novedades no afectan sólo al argumento o la estructura, también a la ortografía, ya que algunos autores suprimen los signos de puntuación, o los párrafos, y es frecuente que se mezclen los géneros. Ya no se pretende sólo denunciar la situación social, sino que también se persigue la belleza formal, es decir, que la novela constituya un producto bello en sí mismo. La experimentación contribuye a esta finalidad con la introducción de otros elementos, como el perspectivismo argumental o los continuos saltos hacia atrás o hacia delante en el argumento. Dos novelas son consideradas los modelos de las nuevas tendencias: Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos y Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo.
5.- LA NOVELA DESDE LOS AÑOS SETENTA HASTA HOY
La narrativa se aleja del experimentalismo y del mero juego literario. Hay una vuelta al interés por la historia, por el argumento, por la intriga (Lo que se ha dado en llamar ‘regreso a la narratividad”); pero no por ello se vuelve al realismo típico de la narrativa del XIX, ni al más próximo del realismo social. La ambientación realista sólo sirve de marco verosímil a las preocupaciones estrictamente individuales de los personajes.
Pero las novelas de hoy son deudoras en recursos y procedimientos técnicos tanto de la renovación narrativa de los sesenta como de las más variadas tradiciones novelísticas de nuestro siglo: novela negra, de aventuras... Se utiliza la tercera persona narrativa, pero también la primera y el monólogo interior; se vuelve al relato lineal, pero también se echa mano de cierto desorden cronológico.
PRÁCTICAMENTE ningún género ha estado ausente de la novela española de los últimos veinte años: novelas de amor, de aventuras, policíacas, fantásticas, psicológicas, novela negra, novela histórica, relatos autobiográficos, etc.
El inicio del nuevo giro lo marca “La verdad sobre el caso Savolta” (1975) de EDUARDO MENDOZA; otras obras suyas son “El misterio de la cripta embrujada”, “El laberinto de las aceitunas”, “La ciudad de los prodigios”.
Otros autores en los que es importante la INTRIGA: Javier Marías, Luis Mateo Díez (“El expediente del náufrago”); Manuel Vázquez Montalbán (como autor de novela policíaca), Juan José Millás, Antonio Muñoz Molina (“Beatus ille”, 1986; “El invierno en Lisboa”, 1987; “El jinete polaco”;, 1991; “Beltenebros”, 1989; “Plenilunio”, 1997)
Otros géneros novelísticos:
La novela de recreación histórica que irrumpió con fuerza tras el éxito de escritores extranjeros como Umberto Eco (“El nombre de la rosa”). “El hereje” de Miguel Delibes (ambientada en los tiempos de la Inquisición); Arturo Pérez Reverte ("El maestro de esgrima", “El club Dumas”, “La tabla de Flandes”- ejemplos de novela comercial ).
La novela lírica y emotiva: Francisco Umbral
El realismo imaginario de Luis Landero (“Juegos de la edad tardía”, 1989); Julio Llamazares (“ La lluvia amarilla”, 1988 -largo monólogo del último habitante de un pueblo de montaña condenado a desaparecer bajo un embalse.)
El relato de tipo psicológico (“Visión del ahogado”, “El desorden de tu nombre” de Juan José Millás.
ANEXO: LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA
(Extraído de http://www.edu.xunta.es/contidos/premios/p2003/b/archaron7/LITERATURA/SAVOLTA5.htm
1.- Contexto socio-histórico
La novela recrea el ambiente de Barcelona en el período 1917-1919.
A principios de siglo, Barcelona es el núcleo más industrializado de España. Surgen movimientos anarquistas, sindicalistas y socialistas que tratan de organizar el descontento de la clase trabajadora.
En 1911 los anarquistas fundan la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que en pocos años será el sindicato más numeroso (los anarquistas habían adquirido gran popularidad en la última década del XIX con una serie de atentados como la explosión de una bomba en el Liceo de Barcelona –alusiones en la novela, fue cuando perdió la mano Claudedeu- y el asesinato de Cánovas del Castillo).
Con la Primera Guerra Mundial del 14 y debido a la fuerte demanda de los países beligerantes la industria textil catalana vive momentos de esplendor, que provoca el enriquecimiento de unos pocos mientras la mayoría pasa por muchas dificultades.
En 1917 la carestía de vida y el resquemor de la clase obrera, agobiada por la inflación, hacen que se proclama la huelga general revolucionaria. En 1919 huelga de La Canadiense –empresa de capital extranjero monopolizadora de la producción eléctrica en Cataluña-, que logra dejar Barcelona a oscuras, obligando a cerrar las fábricas. Cuando a finales de 1919, los patronos con el apoyo del gobierno y de los políticos catalanistas deciden clausurar las empresas y dejar sin empleo a miles de trabajadores, la acción terrorista desplaza del escenario catalán la lucha sindical. Los pistoleros de la central libertaria se enfrentan a los de la patronal catalana al tiempo que el terrorismo oficial populariza el aniquilamiento mediante la “Ley de fugas”. Es el preámbulo lejano de la Guerra Civil.
En el libro hay alusiones a Cambó. Francesc Cambó fue un nacionalista catalán de carácter burgués y conservador y de entendimiento con los gobiernos de Madrid; frente a él estaba el nacionalismo izquierdista de Francesc Macià que pensaba que Cataluña debía luchar por su reconocimiento como República independiente.
2. CONTENIDO Y ESTRUCTURA DE LA NOVELA
La novela recoge una serie de recuerdos del protagonista, surgidos con ocasión de un pleito judicial muy posterior a los hechos recordados (hasta la penúltima página no aparecen las razones de ese pleito: el cobro de una póliza de seguros)
La novela se compone de dos partes, divididas respectivamente en cinco y diez capítulos. Cada uno de estos está formado a su vez por un número indeterminado de secuencias (184), marcadas por espacios en blanco.
En la 1ª parte (cinco capítulos), aparecen mezclados tres tipos de textos:
· Documentos que se han presentado como pruebas (artículos publicados por el periodista Pajarito de Soto, declaraciones ante el comisario Vázquez, cartas, etc.) y transcripciones literales de los interrogatorios que se producen en un juicio que se celebra en Nueva York, en 1927, para tratar de aclarar los hechos acaecidos entre 1917 y 1719.
· Una narración en tercera persona (narrador omnisciente).
· Una narración en primera persona, en la que Javier Miranda va contando su versión de los hechos.
Se plantean los acontecimientos decisivos: muertes confusas de Savolta, Pajarito y Claudedeu. Se trata de una serie de páginas que pueden llegar a despistar al lector no familiarizado con los nuevos procedimientos narrativos.
A veces un mismo documento se nos ofrece separado en varias secuencias. Por ejemplo el artículo de Pajarito de Soto, con el que se inicia la novela: se inicia en la secuencia 1ª, continúa en la siete y vuelve a reaparecer, ya sin título, en la once, veintiuna, veintiséis, treinta y una y treinta y seis.
En la 2ª parte (diez capítulos), desaparecen casi por completo todos los documentos relacionados con la investigación oficial del Juzgado de Nueva York, pero continúa la doble narración en 1ª persona (recuerdos de Javier Miranda) y 3ª persona del narrador omnisciente
En los cinco primeros capítulos de la segunda parte, con eventuales saltos temporales, se nos cuenta el ascenso social de Lepprince y el matrimonio de Miranda con María Coral. Algunos personajes están empeñados en descubrir los sucios manejos del francés.
En los capítulos restantes (desde la secuencia 130), la trama se desarrolla de forma lineal: se aclaran los aspectos oscuros de la trama y Javier Miranda se da cuenta de cómo él también ha sido utilizado por Lepprince. Hacia el final, el comisario Vázquez hace un resumen de los hechos (p.440 de la ed. Seix Barral)
Lo verdaderamente significativo es que frente al modo de contar tradicional, centrado en único narrador que presenta la historia de principio a fin, en “La verdad del caso Savolta” aparecen procedimientos como desorden temporal (el relato no sigue un orden cronológico), multiplicidad de perspectivas desde las que se nos cuenta (documentos, recuerdos de Javier Miranda, narrador en 3ª persona), diversas modalidades del discurso (diversos registros lingüísticos: coloquial, culto, lenguaje administrativo, periodístico...).
TEATRO POSTERIOR A 1939
Teatro en el exilio
MAX AUB : Publica en 1942 “San Juan”. La obra plantea las vicisitudes de un contingente de emigrados judíos que huyen de los nazis en un barco, el “San Juan”, y que no logran ser recibidos en ningún puerto.)
Alejandro Casona: Estrena en Buenos Aires “La dama del alba” (1944), “La barca sin pescador” (1945), “Los árboles mueren de pie” (1949)
AÑOS 40.- Años cuarenta: evasión y humor.
Destacan el teatro de humor, innovador, de Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. La obra más representativa de Mihura es “Tres sombreros de copa” estrenada en 1952, veinte años después de ser escrita. Es una comedia que satiriza la rutina y mediocridad de la burguesía de provincias y la no menos miserable vida del teatro de variedades; Se enfrentan dos mundos y dos concepciones de la vida: la vida burguesa y prosaica de DIONISIO y la vida poética y de libertad de PAULA.
AÑOS 50.-Teatro existencialista y social.
El teatro realista intentó renovar la escena española y manifestar su oposición a al dictadura. Las obras plantearon temas como a injusticia social, la explotación, la vida de la clase media y baja, la condición humana de los humillados, los marginados.
Destacan dramaturgos como:
Alfonso Sastre (“Escuadrón hacia la muerte”, 1953 “la mordaza”, 1954).
Lauro Olmo (“La camisa”, 1962; drama sobre la emigración)
Antonio Buero Vallejo.
En su obra se pueden distinguir tres etapas:
Etapa existencial (reflexión sobre la condición humana): En “Historia de una escalera”, 1949, los protagonistas son cuatro jóvenes, vecinos en el último piso de una vieja casa: Urbano, obrero de una fábrica; Fernando, dependiente de una papelería; Carmina y Elvira. La obra refleja un mundo gris donde las frustraciones se repiten, no sólo por el peso del medio social sino también por la debilidad personal. En 1950 escribe “En la ardiente oscuridad”.
Teatro social (denuncias de injusticias que atañen a la sociedad): “Un soñador para un pueblo”, “El concierto de San Ovidio”, 1962, denuncia la explotación de un grupo de ciegos en el París de los años previos a la Revolución francesa; “El tragaluz”, 1967, centrada en unos personajes marcados inexorablemente por la Guerra Civil.
Etapa de innovaciones: Quizá la novedad técnica más llamativa es lo que se han denominado “efectos de inmersión”, corporeización escénica de sueños o visión de la escena por parte del espectador a través de los personajes. OBRAS: “El sueño de la razón”, “Llegada de los dioses”, “La fundación”(1974), en la que nos encontramos en un lujoso lugar que resulta ser la celda de una prisión con cinco condenados a muerte; “La denotación”, 1977, drama histórico centrado en la figura de Larra.
Sus obras últimas son: “Jueces en la noche”, 1979; “Lázaro en el laberinto”, 1986; “Música cercana”, 1989; y “Las trampas del azar”, 1994.
AÑOS 60 Y 70.- RENOVACIÓN FORMAL
a) Dentro del teatro comercial, siguen triunfando las comedias de Mihura, Jaime salom, Jaime de Armiñan, Ana Diosdado. Entre los nuevos sobresale Antonio Gala: En 1963 estrena su primer comedia, “Los verdes campos del Edén”. Durante los años setenta goza del favor del público con obras como ”Anillos para una dama”, “Las cítaras colgadas de los árboles”, “Por qué corres, Ulises”. Posteriormente estrena obras como “El hotelito”, “Séneca o El beneficio de la duda”.
b) La experimentación. Como ocurre con la narrativa y la poesía, los nuevos autores consideran acabado el realismo social y buscan nuevas propuestas que se caracterizan por su oposición estética a los “realistas”, aunque en bastantes ocasiones las obras tampoco están exentas de crítica social. Muchas de estas obras no encontraron facilidades para ser representados, o por problemas con la censura, o porque sus audacias formales no encontraron fácil eco en el público. Se habla de “teatro soterrado”, “teatro del silencio”, “Teatro ‘underground’ , “teatro vanguardista”.
Quizá lo más peculiar es el teatro de Fernando Arrabal. Imaginación, elementos surrealistas, lenguaje infantil, ruptura con la lógica son las características del primer conjunto de las obras de Arrabal: por ejemplo, “El triciclo” de 1953. Exiliado en Francia desde 1955, sus obras (generalmente, estrenadas en Francia y publicadas en francés antes que en castellano) se encuadrarían dentro del llamado “teatro pánico” (del griego ‘pan’, todo) y pretenden ser un teatro total que exalta la libertad creadora y persigue la provocación y el escándalo del espectador. Sus obras: “El laberinto”, 1956; “Oye, Patria, mi aflicción” (1975), etc.
En el panorama del teatro bajo los últimos años del franquismo no puede faltar la mención del fenómeno del “teatro independiente”. Bajo este rótulo se engloban grupos como “Los Goliardos”, “Tábano” “Teatro libre” de Madrid; “Els joglars”, “Els Comediants” y “Fura dels Baus” en Barcelona; “Aquelarre”, en Bilbao, etc.
DESDE 1975
Finalizada la dictadura y eliminada la censura parecía abrirse una etapa prometedora para el teatro. Pero, por el contrario, ha sido en estos años cuando la crisis del teatro español se ha hecho más evidente.
Un importante fenómeno del teatro español posterior a 1975 ha sido la creación de instituciones teatrales que dependen de instancias oficiales, tanto del estado como de las comunidades autónomas o municipios. Así, en 1978 se creó el Centro Dramático Nacional y posteriormente El Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Francisco Nieva (dos veces Premio Nacional de Teatro, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, académico de la Lengua...) es probablemente el más importante de los dramaturgos experimentales de la segunda mitad de siglo. Aunque escribe obras de teatro desde los años cincuenta, no las ve representadas de forma regular hasta después de la muerte de Franco. Ligado al grupo literario de los ‘postistas’ de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, su teatro va a caminar por la senda de lo surrealista, lo onírico, lo fantástico y lo imaginativo. El propio dramaturgo ha subdividido su obra en “teatro de crónica y estampa”, “teatro de farsa y calamidad” y “teatro furioso”. Al primer grupo pertenecen obras de estética más realista. En Las obras del segundo grupo se da más importancia a lo irracional e imaginativo. Finalmente, el “teatro furioso” extremará los rasgos de libertad imaginativa y ruptura de todo corsé teatral preestablecido. Se trata de que se produzca de forma plena la liberación del subconsciente. Al “teatro furioso” pertenecerían obras como “Pelo de tormenta”, 1972; ”Nosferatu”, 1975; “Te quiero zorra”, 1987, “El baile de los ardientes”, 1990 ...
Otros autores de esta época: Sanchís Sinisterra (1940): “¡Ay, Carmela! de 1986, José Luis Alonso de Santos: ”Bajarse al moro” de 1985; Fernando Fernán Gómez: “Las bicicletas son para el verano” ; Paloma Pedrero (1957): “Besos de lobo” de 1991, Ignacio Amestoy, Premio Nacional de Teatro del 2002 con “Cierra bien la puerta” etc.
POESÍA POSTERIOR A 1939
MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942)
Nacido en Orihuela en 1910, participó como soldado junto al ejército republicano durante la guerra civil. Al acabar la contienda fue encarcelado en diversas ciudades españolas y condenado a muerte; aunque la sentencia fue conmutada por treinta años de reclusión su vida se vería truncada definitivamente en 1942, en la cárcel de Alicante, a consecuencia de la tuberculosis
En su producción poética se han establecido CUATRO ETAPAS:
a) Etapa caracterizada por una poesía de tono barroco, que se refleja en “Perito en lunas” (1934). son cuarenta octavas reales de influencia gongorina y vanguardista. Sobresalen las metáforas y los símbolos como medios poéticos para transmutar y enriquecer la realidad (la luna, el toro, la noria, el labrador...).
b) En 1936 publica “El rayo que no cesa”. El centro vital de la obra es la pasión amorosa hacia la que sería su mujer, Josefina Manresa, pero una pasión impedida por los convencionalismos de una moral provinciana: el amor es un "rayo" que se clava en el corazón con trágicos presagios de muerte. En cuanto al estilo, Miguel Hernández ha abandonado el barroquismo de su obra anterior y presenta una poesía más desarraigada, instalada en la corriente abierta por su amigo Pablo Neruda de la "Poesía impura" y en la concepción del amor como fuerza telúrica, propia de Aleixandre. La obra se compone sobre todo de sonetos, aunque en ella se incluye en tercetos encadenados su célebre "Elegía a Ramón Sijé", muerto en 1935, un canto sincero y emocionado al amigo.
c) Durante la guerra, Miguel Hernández emplea su POESÍA PARA LUCHAR por la causa republicana y escribe "Viento del pueblo", obra con la que se suma al romancero de la guerra civil. Como el viento, la voz del poeta alienta a los soldados en las trincheras, arenga a la lucha, mantiene viva la esperanza. Son poemas que lloran la muerte de Lorca, de los hombres en el frente de batalla, que cantan al niño yuntero, al sudor de los campesinos, a la compañera, esposa y amante lejana... En esta tercera etapa también escribe Miguel Hernández “El hombre acecha”, la palabra es todavía símbolo de resistencia, pero la muerte del primer hijo y la derrota de la guerra sumen al poeta en la desolación.
d) Poesía desnuda y profunda (Las metáforas se han reducido sensiblemente en busca de una expresión directa y esencial). Son los poemas, escritos la mayoría en la cárcel, que se recogen en “Cancionero y Romancero de ausencias” (1938-1941): el poeta se duele de la ausencia de los suyos y escribe intensos poemas de amor a su mujer, también recuerda una guerra que sólo ha provocado odio y destrucción; pero aun así no renuncia a la esperanza. Uno de los poemas es “Nanas a la cebolla”, dedicado a su segundo hijo
AÑOS 40
Los años cuarenta: La poesía se desarrolló en torno a tres revistas: “Escorial”, “Garcilaso” y “Espadaña”.
“Escorial” reunió a los poetas de la generación del 36 (LUIS ROSALES, LEOPOLDO PANERO, DIONISIO RIDRUEJO Y LUIS FELIPE VIVANCO), que se decantaron por una poesía intimista de temas líricos tradicionales: el amor, la muerte, la tierra, el paisaje.
“Garcilaso“ se fundó con apoyo oficial del régimen franquista para consolidar una poesía que sirviera a los fines de la dictadura. Su director fue José García Nieto y sus autores son básicamente los mismos poetas de Escorial. Los temas fundamentales son Dios y la patria, el paisaje castellano, el amor... Tienen un admirable dominio de la técnica. Poesía esteticista y de evasión que Dámaso Alonso denominó “poesía arraigada”. Ofrecen una visión positiva del mundo obviando la dura realidad española del momento.
La revista “Espadaña” (1944). Contra esta visión esteticista y de evasión , reaccionan una serie de escritores que reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la desgarradora realidad española de la época (“poesía desarraigada” la llamó Dámaso Alonso). Renace la idea de poesía como comunicación, que busca compartir con el lector problemas comunes. TEMAS: la angustia histórica (causada por la guerra) y la angustia existencial (la ausencia de Dios, la soledad, la muerte...). Fecha clave es el año 1944 en que se publica “Hijos de la ira” de Dámaso Alonso (“Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”) y “Sombra del Paraíso” de Vicente Aleixandre, así como la creación de la citada revista “Espadaña” (1944).
En este grupo destacan: EUGENIO DE NORA, VICTORIANO CREMER, GABRIEL CELAYA, BLAS DE OTERO, CARLOS BOUSOÑO, JOSÉ HIERRO.
Vanguardismo. Además de los dos polos señalados (poesía arraigada y poesía desarraigada), hay escritores que intentan enlazar con la generación del 27 (el grupo “Cántico” de Córdoba) y con el surrealismo: la revista “Postismo” –abreviatura de postsurrealismo- de Carlos Edmundo de Ory En la poesía surrealista el deseo se constituye en el motor del mundo. Los principales recursos estilísticos son metáforas encadenadas que tienen su base en el sueño, la alucinación y el subconsciente.
AÑOS 50 POESÍA SOCIAL
Hacia 1955 se consolida —en todos los géneros— el llamado «realismo social». De esa fecha eran dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial, para situar los problemas humanos en un marco social. Su estela será seguida por muchos de los que antes se inscribían en la «poesía desarraigada»:
En cuanto a la temática, hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de España, más obsesivo aún que en los «noventayochistas» y con un enfoque distinto (más político). Dentro de la preocupación general por España y del propósito de un «realismo crítico», se sitúan temas concretos que resultan paralelos a los que vimos en la novela y en el teatro de la misma tendencia: la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor.. No hará falta insistir sobre ello.
Estilísticamente se trata de una poesía que emplea un lenguaje claro de tono coloquial, pues va dirigida «a la mayoría».
Las tres figuras relevantes de este periodo son: José Hierro, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
AÑOS 60 Y 70
A finales de los cincuenta apareció un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Para ellos el poema es un instrumento que permite al ser humano –y, por tanto, al poeta—conocer el mundo, conocerse a sí mismo. Son los poetas conocidos como la Promoción de los sesenta: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez (1934)...
Se puede establecer un temática común a todos ellos:
# la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye; sólo la infancia y la adolescencia se verán como un paraíso perdido);
# el amor como cauce del erotismo y la amistad;
# la reflexión sobre la creación poética.
# En algunos poemas tratan asuntos de tema social y político, pero tratados con ironía, un cierto distanciamiento autocrítico y una mayor perfección estilística.
En el estilo es muy visible que el lenguaje conversacional, «hablado», es compatible con una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje personal, nuevo, más sólido. Sin embargo, no les tientan las experiencias vanguardistas. Frecuentemente recurren al empleo de la ironía
Los años 70: los Novísimos
Preocupación por la forma y el lenguaje; ruptura con la cultura tradicional e inspiración en el mundo del cine, el deporte, televisión, cómic, canciones, incorporación de referencias muy cultas a obras y autores extranjeros (Se les llama los culturalistas; y también “los venecianos” por su gusto por ciudades como Venecia).
El nombre procede de una antología publicada en 1970 por el crítico José María Castellet con el título “nueve novísimos poetas españoles” que incluía a: Pere Gimferrer (la principal figura), Guillermo Carnero, Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Leopoldo Mª Panero, Ana María Moix, Vicente Molina Foix y José Mª Álvarez.
Al culturalismo se incorporan nuevos nombres como Luis Alberto Cuenca y Luis Antonio Villena.
DESDE 1980 A la muerte de Franco (1975)el grupo poético dominante sigue siendo el de los novísimos, pero sus planteamientos se van atenuando.. Tras el progresivo agotamiento de la poética culturalista, van apareciendo una serie de figuras nuevas que entroncan con la tradición clásica -“Los poetas ocultos” los llamó Luis Antonio. de Villena- nacidas entre final de la guerra y mediados de los 50: Juan Luis Panero, A. Colinas (que conjuga modernismo y romanticismo; “Sepulcro en Tarquinia”), Antonio Carvajal (que bebe en la poesía barroca de Góngora). También poesía de exaltación de la sensualidad, el goce vital, belleza corporal... (Ana Rosetti)
Una de las corriente más importantes que aparece durante los ochenta es la llamada Poesía de la experiencia: poemas que expresan experiencias personales que pueden ser comunes a las de sus lectores (experiencias de la vida cotidiana). Los hechos cotidianos, la realidad urbana, suave intimismo, preocupación por el paso del tiempo, tono coloquial... están presentes en poetas como Miguel d´Ors, Julio Llamazares, Felipe Benítez Reyes, Andrés Trapiello. También dentro de esta tendencia los poetas granadinos que suelen agruparse con el título de una antología común: “La otra sentimentalidad” (1983); el más conocido de ellos, Luis García Montero.